jueves, 29 de noviembre de 2012

Aprendí la lección






 Hubo un tiempo que busqué refugiarme tras de los rincones del anonimato, pasar desapercibida y disfrutar secretamente  de esa Paz que se había convertido en mi dulce hogar. En silencio y con cierto aire mezquino disfrutaba de ese mundo nuevo que me había regalado la vida  y que había descubierto en la simplicidad y  sencillez que esconde el día a día, no tenía interés alguno de estar dejando huellas por doquier y menos aún estar presumiendo con lo que la vida me había premiado, así que preferí mantenerme en una actitud que llamaba con frecuencia y con cierto engreimiento; “Sano Exilio Voluntario” y  en contacto con personas muy bien seleccionadas, hasta que descubrí…, que en medio de ese preludio amoroso que tenía con mi nueva vida, sin darme cuenta, lo que estaba era  vistiéndome de soberbia, me estaba excluyendo,  quería mantenerme alejada para no quedar atrapada en las múltiples frivolidades  de un mundo que se empeña  nublarnos la consciencia y sumergirnos en las profundidades de un pozo oscuro. Sentí vergüenza. En realidad de lo que  me estaba  perdiendo era de la maravillosa oportunidad de aprender de otros que en medio de las adversidades están dispuestos a seguir luchando contra todo mal presagio. En realidad, de lo que me estaba perdiendo era  descubrir a unos seres maravillosos que más allá de las frivolidades piden a grito ser escuchados y que, al igual que me sucedió en el pasado, quedaron atrapados en los sutiles engaños  que esconde el  escalofriante mundo civilizado.  Hoy aprendí la lección.

Feliz días amigos. Se les quiere un mundo.

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